"El ático de Miss Amery" Relato corto

julio 22, 2018




La casa de Miss Amery es una de esas elegantes casas victorianas. Es tan antigua que a veces puedes escuchar, si prestas atención, la multitud de gente que durante años ha tomado el té y hecho visitas a la  arruinada y antigua mansión.
Como a la tía Jane le gustaba visitar a la señora, me hacía ir y verlas degustar su té y ponerse al día, entonces yo me perdía en su propiedad, como encantada, casi parece que murmura y que tiene vida, como si Miss Amery tuviera más tiempo del que uno cree viviendo ahí, coleccionando cosas y recibiendo visitas de tías que dejan a sus sobrinas deambular por la mansión para atraparlas luego, como una araña encantadora.
Caminaba por el laberíntico jardín y veía las estatuas, muchas de ellas mutiladas por los años, y cuando subía la mirada hacia los ventanales gigantes de ático siempre veía esa sombra. No era para alarmarse demasiado, después de todo en casas tan antiguas uno siempre tiende a sentirse vigilado.
Entonces ocurrió que el jueves 5 nos tocaba visita de nuevo y Tía Jane no acepta nunca un no por respuesta, con su firme expresión de disciplina y dignidad británica. Al bajar del coche pude ver la forma tenebrosa y puntiaguda de la mansión de Miss Amery y un escalofrío recorrió mi espalda al ver salir al mayordomo lúgubre y anunciarnos en el salón. Miss Amery bajó y detallé de nuevo sus ademanes rígidos y su apariencia de caníbal civilizada que siempre me ha dado escalofríos. Tomamos el té, yo en silencio como era costumbre, y luego pedí permiso para retirarme a caminar de nuevo por la enorme propiedad. Al salir del salón empezó a sonar el disco antiguo que siempre escuchaban al cuchichear y del que parecían no aburrirse. La sala tiene esas enormes escaleras que dan una curva y llevan a una infinita cantidad de habitaciones de los pisos superiores y por último en una espira da hasta el ático. Nunca me animé demasiado, a recorrer el interior de la mansión a pecho, más que nada por mi gusto por el jardín, pero ese día jueves 5 no tenía ánimos de jardín, no tenía ánimos de mucho la verdad, entonces me hallé a mí misma subiendo uno por uno los pisos y viendo los cuadros con motivos de casería y de personas posando como si valiera un millón de libras cada minuto del pintor. Algunos cuadros eran tan antiguos como la mansión y otros parecían no tener más que unos cuantos años, en el segundo piso casi exclusivamente las pinturas eran de niños y adolescente con cara de hastío, y todas las escenas parecían a la misma hora.
Como me aburría y la visita siempre se extendía subí el último piso llegando al ático. Una ineludible sensación de vejez y soledad me abrazó al entrar. Está lleno de armaduras viejas, instrumentos de casería, muchas cajas y una gran variedad de marcos para cuadros, sólo los marcos. Las cajas en su mayoría sólo contenían papeles, cartas, contratos, cosas por el estilo. En un rincón aparte estaban lo cofres, algunos con objetos raros  y otras una gran variedad de ropas de muchas épocas y todas las edades.
¿Nunca han sentido un peso como de una mirada penetrante en la espalda? Cada vez que volteaba a ver si alguien me vigilaba sólo veía el polvo flotando que relucía por la luz de la tarde que entraba por la ventana. De repente la música del anticuado tocadiscos de Miss Amery empezó a entrar, tal vez por las grietas de la madera del suelo,  yo estaba tan cansada de buscar entre las cajas que me senté en el suelo frente a un espejo enorme y elegante, la música se hacía más sonora y como sentía algo de sueño, apoyé mi cabeza en mi puño izquierdo para no caer de bruces en el suelo. Mis ojos me pesaban más y más y se me la visión se me hacia borrosa, un pajarito que cantaba en la ventana voló asustado, a través del espejo comencé a ver como una silueta enorme y peluda con dos cuernos me abrazaba lentamente, pero yo tenía tanto sueño…
A pesar de las exhaustivas búsquedas, la policía  se dio por vencida a las dos semanas y dieron por sentado que en una rabieta adolescente me escapé porque no quería tomar el té, mi tía Jane no volvió a visitar a Miss Amery, quien por cierto no se afligía demasiado y pronto empezó a recibir  nuevas visitas, esta vez los señores Woodson con su hijito pelirrojo.
El segundo piso a veces se siente tan solo, incluso cuando el mayordomo lúgubre pasa el plumero por los cuadros de los niños, nos mira como si odiara su trabajo y se compadeciera de nosotros, el viejo no es tan malo después de todo.
FIN
Rafael Moreno.


Hola criaturitas de internet! hace muchísimo que no traía algún relato corto al blog, la ultima vez fue uno de Neil Gaiman que les dejare por aquí el link para que se pasen "El Precio"  


Mariangel.

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